La guerra comercial iniciada por Trump abre un panorama de incertidumbre para los países exportadores, incluida Argentina, a pesar de que el presidente Milei es el títere del cono sur elegido por el mandatario norteamericano. En principio, el impacto directo sobre el sector agroindustrial argentino no sería tan significativo, y los cambios en los flujos comerciales y posibles desvíos de mercados pueden generar nuevos desafíos.
Este tipo de políticas implementadas por un líder mesianico, son una clara muestra de que EEUU está dispuesto a modificar las reglas del comercio global, de forma transversal, afectando a todo el mundo. Aquí no hay aliados o competidores tradicionales. Esto genera una gran incertidumbre sobre cómo reaccionarán otros gobiernos y qué tipo de represalias o negociaciones surgirán como consecuencia de estas medidas. Además, el desvío de productos agrícolas de otros países hacia mercados alternativos podría tener un impacto negativo en la competitividad de Argentina, generando una sobreoferta en mercados que hasta ahora no estaban preparados para recibir estos excedentes, lo que podría afectar los precios y la competitividad de las exportaciones argentinas.
Desde el punto de vista de la agricultura, Trump también sacudió el mercado global ya que sin dudas el arancel del 34% a China golpea de lleno en los precios internacionales de la soja, el petróleo y los granos en general. En este sentido, los diferentes analistas opinan que una guerra comercial termina afectando a todas las economías negativamente.
Debemos aclarar que nuestro país exporta principalmente a los EEUU, productos vinculados a la energía (aceite crudo de petróleo y naftas) y alimentos (carne bovina, porotos y aceite de soja, miel, azúcar y limones), que ya tienen un recargo extra del 10% para ingresar al mercado norteamericano. EEUU es el tercer destino más importante para las exportaciones argentinas, detrás de Brasil y China. En promedio, el país que gobierna Trump representó el 7% de nuestras exportaciones en los últimos 10 años, y Argentina mantuvo una balanza comercial deficitaria, menos en 2024.
Como frutilla del postre, la secretaria de Agricultura de Trump, Brooke Rollins, se fue de boca: “La gente eligió a este presidente disruptivo, incluso los estados pendulares lo votaron, para que ponga a Estados Unidos primero, no a India, no a China, no a la carne de la Argentina, no los lácteos de Canadá, sino Estados Unidos primero”. Frente a esa nefasta declaración, el analista del mercado ganadero Víctor Tonelli relativizó el alcance de las palabras y señaló que, aunque sería muy negativo que se concrete una restricción, no ve probable que eso ocurra. Igualmente a esta altura, ya nadie puede suponer absolutamente nada, ya que hay un líder político caprichoso que está dispuesto a cambiar el orden mundial, y para colmo disfruta al hacerlo.
Las urnas definirán en los próximos procesos electorales, tanto en EEUU como de nuestro país, si prevalece o no este modelo de extrema derecha conducido por outsiders, que pusieron al Estado en un cajón, le dieron rienda suelta al mercado, y denostaron la política como herramienta de vinculación, transformación y regulación. Históricamente, la respuesta siempre la tiene el bolsillo de la gente de a pie.