La cadena del maíz de la región centro se reunió durante dos días en el Congreso Internacional del Maíz realizado en la ciudad de Córdoba. Desde el atril, una vez más el gobernador Llaryora pidió la baja de retenciones para el cereal, una nueva ley de biocombustibles, y hasta sugirió que nuestra provincia mediterránea sea la Capital Nacional del Maíz.
Estamos hablando del cultivo más noble por su gran adaptabilidad a los diferentes entornos, por su altísima productividad, pero sobre todo por la enorme versatilidad que tiene para su procesamiento e industrialización, siendo la llave para generar trabajo y desarrollo económico, y multiplicando las divisas con valor agregado.
La Argentina no puede darse el lujo de no pensar en el maíz con una pobreza que supera el 60% y con una fuerte caída del desempleo. En un año normal, producimos unas 50/55 millones de toneladas, de los cuales se consume internamente (para producir carne y leche) unas 17/18 millones. El resto, el 70% de la cosecha, se exporta como grano, cuando debería haber una política productiva que incentive su industrialización para la generación de los dólares que necesitamos.
Tengamos en cuenta que producimos el maíz con la menor huella ambiental del mundo, y que ese es un activo que debería potenciarse en los mercados internacionales. Cuando sembramos 100 hectáreas de maíz se generan entre 2 y 3 puestos de trabajo, pero cuando lo transformamos, esas 100 hectáreas se transforman en 10 u 11 empleos.
Aunque la chicharrita y el achaparramiento del maíz han provocado un duro golpe a la producción de la campaña 2023/24, especialmente en Córdoba, desde el Gobierno provincial están convencidos de que no deben alterarse los planes para el desarrollo de mayor agregado de valor a este cultivo.
Córdoba, la provincia más maicera del país, es la que marca la antesala de la venidera campaña gruesa, y desde la Bolsa de Cereales de Córdoba ya estiman un recorte del área de siembra de al menos un 30% en el ciclo 2024/25, cayendo de 3 a 2,2 millones de hectáreas. Lamentablemente el vector causante del Spirolasma no hizo distinciones y dañó el cultivo a lo largo y ancho de la provincia, por lo que algunos lotes no pudieron cosecharse y se mantienen infectados.
Actualmente los márgenes económicos están muy ajustados, hay que hacerle frente a una nueva enfermedad, el clima prevé una “Niña”, y el 70% de la producción maicera se hace en lotes arrendados.
Más allá de las estrategias de manejo y control que puedan implementar profesionales y productores, hace falta una señal clara del Gobierno nacional, que le de previsibilidad a un cultivo que es determinante para la sustentabilidad. Lamentablemente, si las autoridades nacionales están atornilladas en la Rosada y no recorren el interior productivo para comprenderlo, “desde lejos no se ve”, como dicen Los Piojos en una exitosa canción.